DesCháveztado y las FARC

Language: ES
Type: Contributed Column
Publication: Nuevo Herald, El (Miami, FL)
Location: Section: Frente, Edition: Final, Page: 25A
Author: ISAAC LEE
Date: January 21, 2008
Copyright: Copyright (c) 2008 El Nuevo Herald

 

Nuevo Herald, El (Miami, FL)
January 21, 2008
Section: Frente
Edition: Final
Page: 25A

DesCháveztado y las FARC
ISAAC LEE

En una arriesgada movida política, el presidente Chávez medió para devolver un niño que la guerrilla no tenía y de premio propuso sacarlos de la lista de terroristas.
La carta que le envió a su familia el teniente coronel de la Policía Luis Mendieta, secuestrado por las FARC --desde 1998-- no podía ser más espeluznante. La forma en que relata sus padecimientos de salud y el inhumano trato que recibe de los guerrilleros, incluyendo el mantenerlo encadenado a un árbol en momentos en que apenas si puede mantenerse en pie, compite con las más negras historias de horror de la literatura universal.

Ante tamaña crueldad --manifiesta ya en la mal llamada prueba de supervivencia de Ingrid Betancourt, que le fue decomisada a un comando guerrillero a finales del año pasado--, sólo quedan dos vías. La primera, condenar hasta el cansancio a los captores; denunciar su barbarie; rechazar sus métodos; exigir el respeto a los derechos humanos de todas las personas; izar muy en alto la bandera de la legitimidad. La segunda, buscar por todos los medios el pronto retorno de todos los secuestrados a sus familias --algunas de las cuales llevan más de diez años esperando su regreso--. Una cosa, sin embargo, no tiene por qué excluir la otra. Y ésa en el fondo había sido la razón para que el gobierno colombiano decidiera aceptar la gestión del presidente Chávez.

La alegría que sintieron millones de colombianos con la liberación de Clara Rojas y Consuelo González no podía ser mayor. Un respiro necesario despues del incidente de Emmanuel, el niño nacido en cautiverio a quien las FARC habían prometido liberar sin tenerlo en su poder. Había sido un engaño, sin duda. Un engaño superado ahora que los tres estaban libres: Clara, Consuelo y Emmanuel. Pero el mismo circo montado por Chávez para darle pantalla a su gestión se encargó de horadar esa felicidad. La despedida de los guerrilleros del ministro Rodríguez Chacín --captada por las cámaras de Telesur-- no podía ser más elocuente: "Estamos muy pendientes de su lucha. Mantengan ese espíritu, mantengan esa fuerza y cuenten con nosotros".

Dos días después de liberadas las rehenes, y cuando ya el espectáculo mediático montado alrededor de la liberación de las secuestradas comenzaba a dejar un gusto amargo, Chávez soltó la bomba que tenía atragantada: en su discurso anual ante una sumisa Asamblea Nacional, pidió sacar a las FARC de la lista de organizaciones terroristas en que la tienen muchos países del mundo. Las FARC (y el ELN), dijo, "no son ningún cuerpo terrorista, son verdaderos ejércitos que ocupan espacio en Colombia, hay que darles reconocimiento, son fuerzas insurgentes que tienen un proyecto político, un proyecto bolivariano, que aquí es respetado".

En su bolivarianismo megalomaníaco, Chávez no tuvo ningún empacho en inmiscuirse en los asuntos más delicados de Colombia y en saltarse de un brinco las normas del derecho internacional humanitario, que sabe de sobra que son violadas día a día por las FARC. Y dejó claro que su intención al ofrecer sus gestiones como mediador para la liberación de los rehenes no era ni altruista ni mucho menos humanitaria. No se puede ser mediador en un conflicto cuando se está de uno de los lados, y Chávez no dejó ninguna duda de qué lado está. Menos de 24 horas después del forzado aplauso que recibió de los gobiernos de Colombia y Estados Unidos por la liberación de Clara Rojas y Consuelo González, se ganó de nuevo el repudio de la comunidad internacional, incluido el de muchos de sus aliados. Pero lo más grave no fue eso. Lo más grave fue que acabó de tajo con la fe de 43 familias --las de los llamados "canjeables" que aún siguen secuestrados--, con la esperanza de otras 700 --las de los demás secuestrados que nunca han regresado a sus hogares-- y con la ilusión de millones de colombianos que anhelan ver un día a su país sin conflicto. Si la liberación de Clara Rojas y Consuelo González abrió un orificio de esperanza, el discurso de Chávez fue un portazo que ensombreció por mucho tiempo más el panorama.

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